Imaginemos que Carmen tiene ansiedad. Carmen evita lugares públicos que le agobian. Carmen se siente cada vez más incapaz y ese miedo desde hace años se ha trasvasado a muchas áreas de su vida. Carmen viene a visitarnos como psicólogos para que le ayudemos a liberarse de la ansiedad y hacer vida normal. Nosotros adoptamos el papel de detectives haciéndole preguntas e interpretaciones sobre el origen de su ansiedad, la relación con sus padres, y las fases en su desarrollo en las que se ha paralizado. Carmen, después de muchas sesiones, es consciente que su madre le agobiaba mucho cuando era pequeña, que le invadía y tomaba decisiones por ella. Se sentía sin control sobre su vida. Es la misma sensación que Carmen siente cuando sale a la calle y le entra ansiedad. ¡¡Por fin ha cuadrado las piezas del puzzle!! Ya tiene la respuesta a por qué se siente así. Pero, ¿y su padre, qué función ha cumplido?, y cuando nació su hermana, ¿no notó una sensación de desplazamiento y de minusvaloración, justo lo que siente cuando huye de lugares públicos y no se siente comprendida por sus amigos, ya que le dicen que tiene que ser más adulta? ¿No es eso mismo lo que le decía su padre cuando lloraba siendo niña?

Carmen va obteniendo respuestas sobre su problema, pero al mismo tiempo más preguntas y más dudas. Pero, y después de tantas sesiones: ¿Ha resuelto Carmen su problema? ¿Puede ya felizmente ir al cine o a un concierto con sus amigos/as? La respuesta es NO.

Tradicionalmente, la solución de un determinado problema humano, desde la lógica tradicional, pasa inevitablemente por hacer un análisis pormenorizado de las causas en el pasado que han formado el problema, como vía para solucionarlo. Esta forma de entender los problemas y su solución está muy arraigada en nuestra cultura y en nuestra forma de pensar. Cuando un determinado problema persiste (ansiedad, depresión, manías…), al igual que con Carmen, tenderemos a buscar las causas remotas para encontrar la solución. En la psicoterapia tradicional como disciplina, está muy interiorizado este pensamiento. Pero los estudios científicos acerca del cambio en los nuevos modelos de psicoterapia van por otros derroteros: analizar los porqués de un determinado problema no lo solventa, muchas veces lo agrava. Fundamentalmente por dos razones:

– La primera es porque es imposible hacer un análisis multi variable y establecer exactamente las causas de origen de un determinado problema… Aunque quisiéramos sería imposible rebobinar e ir a los momentos en los que se originó el problema y tener todos los datos al respecto. En el caso de Carmen, ¿cuáles son las causas primigenias del problema, finalmente? ¿La relación con su padre, con su madre o el nacimiento de su hermana? o ¿acaso fue aquella relación tormentosa con una amiga en plena adolescencia?

– Número dos y más importante: aunque esto fuera cien por cien posible, no nos aseguraría la solución del mismo. Más bien al contrario, en muchas ocasiones buscar las causas remotas de un problema en, por ejemplo, el apego con nuestros padres en los primeros compases de nuestra vida, no hace sino buscar un culpable, lo que permite salvaguardarnos de la responsabilidad de cambio en el momento presente (algo que no es mágico ni sencillo). Siempre que tengamos un culpable y un responsable de nuestros males, adoptaremos el rol de víctima, algo incompatible con el cambio. Nuestra paciente Carmen, en este caso, aprendería a no responsabilizarse de la solución del problema, teniendo como coartada siniestra el lamento y el victimismo sobre su pasado. Si soy así, diría Carmen, es porque he tenido una infancia complicada. Esto le aleja cada vez más del objetivo de la terapia: SOLUCIONAR SU PROBLEMA.

Esto no quiere decir que no sea importante el pasado ni que nuestras primeras interacciones con nuestro entorno no sean esenciales. Por supuesto, es muy importante esa primera etapa de nuestra vida, es donde se empiezan a configuran los patrones con los que nos percibimos y reaccionamos ante nosotros mismos, ante los demás y ante el mundo. Pero la solución de un problema persistente en el tiempo tiene que llevarse a cabo en el momento presente, responsabilizándolos de nuestro proceso de cambio. En este sentido hemos de elegir entre buscar culpables o buscar soluciones:  ambas cosas son incompatibles.

Desde las nuevas formas de psicoterapia breve, los elementos en común más importantes son la importancia única y trascendente que tiene el momento presente, que es el único espacio del que disponemos, en el que sentimos el sufrimiento, y en el que, por lo tanto, podemos aprender a percibir y reaccionar de un modo más adaptativo que nos libere de esa cárcel de sufrimiento emocional. Desde esta perspectiva, si Carmen viniese a visitarnos para solucionar su problema veríamos que es lo que lo mantiene y lo alimenta y en base a eso le enseñaríamos a, por ejemplo, no controlar la ansiedad sino a exponerse a ella, a provocar sus emociones no a huir de ellas, a dejar de hablar el idioma del problema y hablar el idioma de la solución, a dejar de evitar situaciones sino exponerse a ellas, a sugestionarla mediante técnicas evocativas para que sienta la responsabilidad del cambio y a trabajar al menos 20 minutos diarios en poner en marcha las técnicas aprendidas en las sesiones…

Carmen se va liberando del problema, va sintiéndose normal y no como un bicho raro, recupera la confianza en sus recursos y dónde había miedo ahora hay seguridad. Carmen empieza a verse no como una víctima sino como protagonista de su propia vida, sin la necesidad de comprender todos los factores del inicio del problema, se ha liberado de su trastorno.  El relato de lo que ha sido su vida y su infancia se convertirá no en coartada sino en recursos y aprendizaje.

La vida es corta y no podemos estar la mitad del tiempo haciéndonos preguntas sobre los porqués y buscar las causas, porque mientras hacemos esto, lo que se nos pasa es precisamente la vida…

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